España y Europa a la deriva

La sociedad del consumo también se refleja en el consumo de información. Las nuevas tecnologías han traído mayor pluralidad informativa y facilidad de acceso a la información, pero también que el exceso de informaciones sature al receptor y se quede únicamente con un análisis superficial. Por eso, en ocasiones hay que pararse a analizar el conjunto, leer el detalle y así poder sacar conclusiones fundadas.

Llevamos cerca de 10 años sufriendo una crisis económica, social y política, que ha dado lugar a una reacción ciudadana pidiendo un cambio real en las políticas y en las instituciones. Pero hay importantes poderes fácticos que no se van a dar por vencidos tan fácilmente y pretenden forzar una contrarreforma que impida esa transición que tanta gente anhela. De esta forma, hemos sido testigos en las últimas semanas de una persecución contra la libertad de expresión y manifestación nunca vista en democracia. Se encarcela a artistas por una obra de ficción, se enjuicia a manifestantes y huelguistas, se publican datos personales y falsedades de activistas…

Hay una España rancia que se resiste a entrar en el siglo XXI y está dispuesta a todo para mantener sus privilegios. Y así, se eleva a la categoría de escándalo (o incluso delito) cualquier comportamiento que no siga la moral nacionalcatólica. Mientras, vemos como los verdaderos responsables de la corrupción (los que mandaban sobre las personas detenidas) siguen impunes en sus despachos.

La desigualdad creciente o la necesidad de un cambio de modelo productivo para generar empleo y luchar contra el cambio climático, son temas puestos en un segundo plano; mientras que los grandes medios (controlados por unos pocos grupos, muy cercanos al poder) se centran en banalidades de la política espectáculo, retroalimentada por las actuaciones de algunos líderes políticos.

Mientras en Europa las cosas no pintan mejor. La integración política vive sus peores momentos, llegando a aceptar incluso una regresión en la libertad de movimientos. Por un lado mediante concesiones al Reino Unido a cambio de su permanencia (un nuevo “cheque británico”, pagado esta vez con restricción de derechos), por otro lado por las limitaciones al tratado Schengen impuestas con la excusa del terrorismo y la llegada de refugiados.

Precisamente, la llegada de refugiados procedente de países en conflicto como Siria, Irak o Libia, ha puesto de manifiesto una vez más la decadencia moral de Europa. El espacio que históricamente fue sinónimo de solidaridad y cooperación internacional ha dejado a un lado los valores que le dieron sentido.

Europa no es el problema, el problema son sus dirigentes. Al inicio de la crisis algunos se planteaban grandes retos como la refundación del capitalismo o un cambio de modelo productivo, pero los líderes europeos han actuado de manera cortoplacista y egoista.

Sólo nos queda reclamar y esperar que lleguen nuevos líderes que sean capaces de dar un verdadero cambio de rumbo a la política española y europea. Y para ello, necesitamos una ciudadanía crítica e informada.

4 thoughts on “España y Europa a la deriva

  1. Los ciudadanos también tenemos mucha culpa aquí, incluso más que los líderes, diría. A fin de cuentas, excepto Bielorrusia, toda Europa son democracias (aunque algunas, obviamente, de una calidad muy pobre), y esos líderes están allí porque han sido elegidos.

    Le Pen, Urban, etc no aparecen de la nada, sino porque los ciudadanos europeos tampoco estamos a la altura de las circunstancias. Y las cosas no mejorarán hasta que asumamos nuestra responsabilidad en vez de esperar al líder mágico y redentor que nos salve.

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